Todos tenemos un cajón con cables viejos. De esos que sobreviven a cambios de móvil y limpiezas de primavera. Y entre ellos, suele haber alguno con el conector pelado, la funda rota o la punta doblada como una antena de televisión antigua.
Pero hay un día, como me pasó a mí, que la emergencia llega: batería al 3%, sin mi cargador habitual a la vista y ese cable maltrecho como única opción. Lo conectas y cruzas los dedos. Yo hice exactamente eso con mi iPhone y aprendí la lección de la peor forma posible.
Error al carga el iPhone
Lo primero que ocurrió fue la nada absoluta, literalmente. El iPhone no reconocía el cable. Lo enchufé varias veces, le di la vuelta, lo soplé como si fuera un cartucho de la Game Boy y nada. Hasta que, de pronto, apareció el rayo de carga. “Funcionó”, pensé. Pero no duró mucho.
A los pocos minutos, la pantalla del iPhone se quedó congelada. El sistema parecía no reaccionar. Lo desconecté, lo reinicié y todo volvió a la normalidad. Pero me quedó la duda: ¿fue culpa del cable? ¿Puede un accesorio así de inofensivo dañar un dispositivo tan caro como un iPhone?
La respuesta corta es sí. Y la larga puede ser aún peor. Apple, al igual que otros fabricantes, incluye en sus cables oficiales un chip de autenticación. Este chip se encarga de que el voltaje y la intensidad de corriente sean estables, evitando picos que podrían dañar la batería o incluso la placa base. Cuando usas un cable roto, o peor, uno falsificado sin certificación MFi (Made for iPhone), estás literalmente jugando a la ruleta rusa con tu móvil.
Un cable dañado puede provocar sobrecalentamiento, cortocircuitos, transferencias de datos inestables y deterioro prematuro de la batería. De hecho, si el daño está cerca del conector Lightning o USB-C, es posible que los cables internos hagan contacto de forma incorrecta, enviando energía a donde no deben. Eso fue, probablemente, lo que congeló mi iPhone durante unos segundos: un pico de energía inesperado.
Utiliza solo cables certificados por Apple
Pero ahí no acaba la historia. Al día siguiente, el iPhone comenzó a mostrar un mensaje que nunca antes había visto: “Este accesorio puede no ser compatible”. Aunque estaba usando otro cable, algo se había quedado roto o «tocado». Según técnicos especializados, cuando un iPhone detecta una anomalía con un cable dañado, puede activar un sistema de protección que limita las conexiones posteriores como medida preventiva.
Además, cargar con un cable en mal estado puede interferir con el chip de gestión de energía del dispositivo. Este pequeño componente es el que decide cuánta energía va a la batería, al procesador, a la pantalla… y si se daña, el móvil puede empezar a apagarse solo, calentarse sin motivo o no cargar del todo. Reparar este chip cuesta bastante más que un cable nuevo, te lo aseguro.
La lección, por si no ha quedado clara, es que ahorrar en un cable puede salir muy caro. Si ves que el tuyo tiene la funda pelada, está doblado en los extremos o tarda más de lo habitual en cargar, no lo pienses dos veces y tíralo. Y si vas a comprar uno nuevo, que esté certificado por Apple o por marcas reconocidas como Anker, Belkin o Nomad. No hace falta que sea oficial, pero sí seguro.