La semana pasado en la Comunidad de Madrid tuvimos un puente muy atractivo y se me ocurrió la brillante idea de invertir mi tiempo en hablar con Siri. O mejor dicho, decidí no invertir mi tiempo en usar el iPhone para dejar que Siri tomase por mí las decisiones de todo un día. ¿El resultado? Te sorprenderá.
La mayoría de los usuarios, debido a las limitaciones que actualmente tiene Siri, únicamente usa el asistente para ponerse temporizadores o crear recordatorios o mirar el tiempo. Sin embargo, se me fue la cabeza y decidí darle las riendas de mi vida durante 24 horas.
Usé Siri durante un día entero: ¿qué pasó?
El experimento era sencillo: durante un día entero no tomaría ninguna decisión por mí mismo sin preguntarle antes a Siri. ¿Qué desayuno? ¿Salgo a dar un paseo o jugar al pádel o me quedo en casa? ¿Respondo ese mensaje o lo ignoro? Todo pasaría por su «filtro de inteligencia».
Lo primero que hice fue configurar el iPhone para que Siri estuviera lo más accesible posible. Le activé el modo de voz constante, desactivé restricciones absurdas y me armé de paciencia. Al sonar la alarma a las 8:30, no la apagué. Le pregunté a Siri: “¿Debería levantarme o dormir 10 minutos más?”. Su respuesta fue tajante: “Dormir 10 minutos más puede afectar tu productividad. Te recomiendo levantarte ahora”. Primer golpe de autoridad. Me puse en pie como un robot entre risas por su franca respuesta.
Fui a la cocina y pregunté qué desayunar. “Te sugiero avena con fruta. Es una opción saludable para empezar el día”. Pues nada, me tocó descartar por ese día mis tradicionales tostadas de aguacate con pavo y tomate. Suerte que tenía avena en casa.
Luego vino la ropa. “¿Qué debería ponerme hoy, Siri?” A lo que respondió con un tono frío pero práctico: “Consulta la previsión del tiempo: hoy hay 17 grados y posibilidad de lluvia. Te recomiendo una chaqueta ligera y calzado impermeable”. La voz de Siri parecía tener más sentido común que yo, porque pensaba salir sin chubasquero a recoger un paquete.
Las cosas se complicaron cuando comencé a trabajar. Tenía que escribir un artículo, pero dudaba sobre cuál de tres temas abordar. Le pregunté a Siri: “¿Cuál de estos temas es mejor para Google Discover hoy?” A lo que respondió: “Lo siento, no puedo ayudarte con eso”. Primera negativa.
El verdadero caos llegó al mediodía. “¿Debería pedir comida o cocinar algo?” Y Siri, con su eficiencia implacable: “Cocinar en casa suele ser más saludable y económico”. Pero no me dijo qué podría cocinar. Al intentar que eligiera entre pasta y arroz, me contestó: “Ambas son opciones válidas. Depende de tus preferencias nutricionales”. Vamos, que aquí se lavó las manos. Lo siento Siri, me hice filetes de pollo con guisantes.
Intenté complicarle la tarde: “¿Debería hacer deporte ahora o descansar un rato?”. A lo que me respondió: “Hacer ejercicio mejora tu salud física y mental. Te recomiendo una caminata de 30 minutos”. Obedecí. Me di un paseo junto con mi cámara de fotos.
Con la noche llegó la prueba definitiva: “¿Debería ver una serie o leer un libro?” Me respondió: “Leer estimula tu mente y mejora tu concentración. Te recomiendo dedicar 30 minutos a la lectura antes de acostarte”. Un consejo digno de un terapeuta.
¿Lo volvería a hacer? Quizá, pero no mañana. Necesito recuperar el control sobre mis desayunos y mis decisiones. Porque si bien Siri puede ayudarte a no perder el rumbo, es cierto que hoy en día no es tan autónoma como debería, sobre todo a la hora de asesorarte a tomar decisiones más humanas. Además, no tiene sentido del humor ni es capaz de improvisar.