Vivimos rodeados de automatismos. Desde que desbloqueamos el iPhone por la mañana hasta que le pedimos a Siri que apague las luces por la noche, la inteligencia artificial forma parte de nuestra rutina más de lo que creemos. Pero, ¿qué pasaría si decidieras prescindir de ella?
Eso es lo que me decidí a probar a modo de experimento. Desactivé todas las funciones basadas en IA en mis dispositivos Apple, sobre todo en el iPhone y MacBook, donde más utilizaba Apple Intelligence.
Cómo es usar un iPhone sin inteligencia artificial
Mi primer paso fue eliminar Siri, tanto en el iPhone como en el Apple Watch. Desactivé el dictado por voz, la función Oye Siri y cualquier automatización que implicara su intervención. También me aseguré de deshabilitar las sugerencias inteligentes de Spotlight, las búsquedas predictivas, las recomendaciones de Safari y el aprendizaje automático en Fotos. Incluso evité usar el teclado predictivo. Todo lo que pudiera pensar por mí, lo desactivé.
Al principio, fue como volver en el tiempo. Acostumbrado a que el iPhone me sugiera a quién llamar o qué app abrir según la hora, me vi obligado a hacer ese pequeño esfuerzo de recordar, buscar y decidir por mí mismo. Las notificaciones eran menos invasivas y parece que el iPhone se volvió más silencioso.
Uno de los cambios más evidentes fue en el uso de Mapas. Sin rutas dinámicas basadas en tráfico en tiempo real ni correcciones inteligentes de itinerarios, todo lo manejaba yo. Tuve que planificar mejor, mirar antes el trayecto, documentarte y, en ocasiones, improvisar sin ayuda del algoritmo. Lo mismo ocurrió con la app Fotos. Adiós a las categorizaciones automáticas y a los recuerdos generados por IA.
Curiosamente, mi relación con el terminal cambió. Pasé menos tiempo frente a la pantalla y más tiempo pensando en lo que quería hacer antes de interactuar con el dispositivo. Redescubrí funciones que ya no recordaba, como anotar en Notas aquellas cosas importantes o tener que añadir cada recordatorio manualmente. También me sentí menos vigilado, aunque fuera una ilusión. Saber que el sistema no estaba aprendiendo constantemente de mis hábitos ofrecía una pequeña paz mental.
No todo fue positivo. Eché de menos la comodidad en más de una ocasión. Escribir sin autocorrector es un suplicio, buscar información sin resultados relevantes en segundos resulta frustrante, y recordar citas sin ayuda del calendario inteligente te pone a prueba. Así que sí, en cierto modo, soy dependiente de la inteligencia artificial de mi iPhone.
Una vez finalizada la semana, activé de nuevo muchas de las funciones que había apagado, pero no todas. Mantuve desactivadas las sugerencias de Siri y Spotlight, y ahora soy más selectivo con las automatizaciones. Aprendí que la IA no tiene por qué desaparecer, pero sí podemos tomar el control de cuándo y cómo la usamos.
Este experimento no es una cruzada contra la tecnología, sino una invitación a reflexionar. ¿Cuánto decides tú y cuánto decide tu iPhone por ti? Puede que no necesitemos desintoxicarnos por completo, pero de vez en cuando no está mal mirar atrás y recuperar la sensación de que somos nosotros quienes mandamos.