Esta semana se han puesto a la venta los nuevos MacBook Pro de 14 y 16 pulgadas que incluyen los Apple Silicon de tercera generación, un nuevo procesador fabricado por TSMC de 3 nm con el principal atractivo que ofrece un rendimiento increíble y una mayor eficiencia energética. Ahora bien, si Apple ha lanzado un equipo tan potente, ¿por qué tiene la sensación de fracaso absoluto? Sigue leyendo que te lo contamos todo.
El problema de Apple es la propia Apple
El departamento de hardware de Apple es la punta de lanza en la actualidad, donde se concentran las mentes más brillantes del mundo y que más recursos reciben año tras año para seguir mejorando unos procesadores que tienen un rendimiento por encima de la competencia.
Cuando decimos que “el problema de Apple es la propia Apple” se debe a que son ellos los que se ponen el límite de desarrollo año tras año y claro, si el desarrollo es tan alto, provoca la generación de dos problemas. Por un lado, el pico de la cima cada vez está más cerca y, por otro lado, entra en juego la tesitura y criterio del usuario que va a comprar el dispositivo, planteándose la siguiente pregunta: ¿Para qué me voy a comprar un nuevo Mac si el que tengo va como un tiro?
Todo usuario que se compró el M1 no se va a comprar el M3
Hace tres años, Apple presentó los Apple Silicon de primera generación, un procesador que estaba a la par de los chips más potentes de Intel, ofreciendo un rendimiento similar que un i7 de 32 GB de memoria RAM y gráfica dedicada en determinadas tareas que requerían un alto rendimiento gráfico.
Si un usuario compró el Mac mini o el MacBook Air M1, no va a dar el salto a la serie M3 primero porque no se ha renovado dicha generación y, segundo, porque prácticamente no van a encontrar muchas diferencias en el día a día, a no ser que seas un profesional que sí o sí se sienta obligado a renovar la unidad. Y claro, ¿cuántos usuarios renuevan el Mac cada generación? Casi ninguno.
Misma tesitura tenemos con el MacBook Pro con chip M1, un equipo que mantiene el mismo diseño que la nueva generación y un procesador que no supone un salto de rendimiento cuantitativo para renovar tu unidad. Por tanto, ¿Cuál es el verdadero problema de la compañía que dirige Tim Cook?
El verdadero problema es que Apple Silicon de primera generación fue tan sobradamente bueno que casi nadie va a querer renovar su unidad a corto o a medio plazo y el único motivo que invitaría a dar el salto es si un cliente potencial necesita mayores prestaciones, es decir, mayor memoria SSD o memoria RAM. Si no es así, como es el caso de este humilde servidor que tiene un Mac mini M1, 512 GB SSD y 16 GB de memoria RAM, no necesitaría un nuevo equipo hasta dentro de dos años mínimo, a no ser que tenga un cambio sustancial en mi flujo de trabajo, se rompa o quiera cambiarlo sin tener un motivo justificable.
Los accesorios, una falta de respeto para sus usuarios
El mejor momento del año para renovar tu gama de accesorios es cuando se produce la renovación de un sobremesa, porque aunque no seas muy fan del trackpack, no es obligatorio comprarte un ratón si tienes un portátil. Ahora bien, parece que la compañía californiana va a aguantar un año natural más en añadir el puerto USB-C a sus accesorios como el Magic Mouse y el Magic Keyboard. Esto, obliga de forma indirecta a qué todo usuario que se ha comprado un Silicon de tercera generación, tenga una conexión obsoleta, con la sensación de que todos los accesorios que componen tu dispositivo van a sufrir un cambio increíble antes de enero de 2025, periodo que Europa obliga a todas las empresas a que incorporen el estándar USB-C si quieren vendes sus accesorios en la conglomeración de países más rica del mundo.
En opinión de este humilde servidor, no me parece nada bien esta estrategia de Apple, cuando es consciente de que sí o sí va a tener que renovar el iMac en 2024 para actualizar los componentes. Además, todo usuario que se haya comprado un sobremesa en 2023 o 2024, si sufre una rotura de sus accesorios en los años venideros, no va a tener un reemplazado en la App Store, sino que va a tener que pasar por caja, gastándose varios cientos de euros.