Durante años fui usuario de Windows, pero siempre sentí que algo no terminaba de encajar. Probé todo tipo de combinaciones: desde trabajar con un ordenador con Windows junto a un iPhone, hasta llevar un portátil por un lado y una tablet completamente independiente por otro. Nada me ofrecía una experiencia realmente integrada.
Pero nada, absolutamente nada, se compara a lo que he vivido desde que monté un ecosistema completo con productos Apple. No exagero cuando digo que ya no hay vuelta atrás.
Cómo trabajar con un ecosistema Apple
Todo empezó cuando dejé de usar aplicaciones y servicios que no estaban pensados para integrarse entre sí. Pasé a utilizar Recordatorios en el Mac, dictando las tareas con Siri mientras trabajaba. Lo que no esperaba es que, unas horas después, caminando por la calle, el Apple Watch me interrumpiera con un sutil zumbido para recordarme justo eso que había anotado. Sincronización total. No hay que hacer nada, simplemente funciona y lo hace sin que te enteres.
Pero lo que de verdad ha cambiado mi forma de trabajar y organizarme ha sido iCloud. La sincronización de archivos entre dispositivos es sencillamente perfecta. Trabajo un documento en el Mac, lo reviso desde el iPhone mientras voy a recoger un paquete y, si necesito hacer una última anotación, puedo hacerlo desde el propio terminal. Nada de subir archivos manualmente ni de enviármelos por correo. Están ahí, en todos los dispositivos, actualizados al instante.
Y la app de Fotos merece un capítulo aparte. Hago una foto con el iPhone, ya sea una imagen de un producto para incluir en un artículo o una captura rápida de unas notas, y en cuestión de segundos aparece en la galería del Mac. No hay que hacer nada más. Solo abrir la app de Fotos y ver cómo todo se sincroniza, como si estuviera utilizando un único dispositivo con múltiples pantallas.
A esto se le suma una función que aún me sigue pareciendo magia: copiar texto en un dispositivo y pegarlo en otro. Literalmente. Copio una frase desde una página web en el iPhone y la pego en un documento en el Mac con CMD + V. Lo mismo ocurre con imágenes o enlaces. Puede parecer un detalle menor, pero en el día a día es una de esas pequeñas cosas que marcan la diferencia y que ningún otro ecosistema logra replicar con tanta fluidez.
No se trata solo de tener productos Apple, sino de cómo todos esos dispositivos se entienden entre sí, cómo se anticipan a tus necesidades y hacen que las tareas más cotidianas sean rápidas, intuitivas y, en muchos casos, automáticas. Tanto recibir llamadas del iPhone en el Mac hasta continuar un correo en el iPad justo donde lo dejaste, todo está diseñado para funcionar como una sola cosa. Y eso, cuando trabajas a diario con tecnología, es un lujo.
No es solo un tema de eficiencia, sino de sensación de control. El ecosistema Apple no necesita que pienses en cómo sincronizar, transferir o compartir tus archivos, ya que lo hace por ti. Y ese nivel de integración es lo que convierte la experiencia en algo incomparable. He vuelto a disfrutar del trabajo, a sentir que la tecnología me acompaña. Y, sinceramente, después de esto, volver a Windows sería como bajarse de un tren de alta velocidad para subirse a un carro tirado por caballos.