Hace una semana adquirí el producto más caro de todo mi ecosistema Apple: El MacBook Pro M3 Pro en su configuración más básica. Anteriormente, venía de un Mac mini con 16 GB de RAM y 256 GB SSD. ¿Hay muchas diferencias entre ellos? ¿Es mejor el MacBook Pro que el mini? Vamos a analizarlo a continuación.
Potencia y rendimiento más que suficiente
A pesar de tener más de tres años en el mercado, el Mac mini es un equipo que funcionaba increíblemente bien y tenía un rendimiento correcto en mi flujo de trabajo diario tanto para tareas relacionadas con este portal tecnológico como en mi trabajo llevando a cabo proyectos de diseño 3D en Adobe Tools, Blender, Metashape o Unreal Engine. En un primer momento, pensaba que el tiempo que tardaba en abrir aplicaciones como Photoshop o Illustrator se debía a que mi Silicon podía ser insuficiente en algunas áreas. Sin embargo, en mi M3 Pro también ocurre lo mismo, lo que significa que son aplicaciones pesadas y que requieren una mayor optimización para macOS.
Cuando ejecutaba procesos más complejos como renderizado en Blender o Agisoft Metashape para la generación de modelos 3D, sí es cierto que mi Mac tardaba bastante en llevar a cabo estos procesos, lo cual es normal porque estamos trabajando con texturas en 4K, nube de puntos densa con millones de puntos o mallas de miles de caras. ¿El motivo de mi cambio ha sido por rendimiento? Sinceramente no, porque si el render tardaba varios minutos más, no me suponía ningún problema.
¿Entonces cuáles fueron los problemas? El almacenamiento y la portabilidad.
El talón de Aquiles: el almacenamiento y la portabilidad
Los que seáis asiduos a este portal de tecnología especializado en Apple, sois conscientes de que soy un usuario que trabaja en movilidad, es decir, trabajo en mi estudio, pero en muchas ocasiones viajo a otros puntos por temas de trabajo. Y claro, el Mac mini no puede ir de un lado a otro y me las apañaba con un MacBook Pro del 2017 i5 con 8 GB de RAM.
El problema de este portátil se debía a que ya no funcionaba bien después de haber estado siete años dándole caña todos los días sin descanso prácticamente, con una batería degrada, una memoria SSD de 128 GB que no me daba para nada y un rendimiento irrisorio que a veces le costaba escribir el slug en las publicaciones de La Manzana Mordida.
El golpe definitivo vino cuando mi Mac mini se quedaba sin almacenamiento SSD en proyectos de mediano tamaño, a pesar de que su rendimiento fuese bueno. A todo ello, tenía que estar en todo momento portando archivos de un equipo a otro, vigilando que el portátil tuviese almacenamiento libre y pudiese renderizar los proyectos, porque, claro, trabajo en movilidad.
Finalmente, decidí vender el Mac mini y el MacBook Pro a través del servicio de Apple Trade In con el que poder ahorrarme un buen dinero y adquirir el MacBook Pro M3 Pro, un dispositivo que tiene lo mejor de ambos mundos: la portabilidad de un portátil a pesar de que sea de 16 pulgadas y el rendimiento del Silicon M3 Pro cuyo procesos de renderización han bajado en torno a tres minutos en comparación el mini M1.
Es cierto que se trata de una reducción pequeña, pero si estás haciendo en Blender una animación de 450 frames, la reducción de tiempo en una jornada de trabajo puede alcanzar una hora. Al final, cuando compramos este tipo de dispositivos, lo que estamos pagando es el ahorro de tiempo.
A modo de conclusión, exceptuando pequeños aspectos como el procesado de modelos 3D en Blender, Unreal Engine o Metashape, el Mac mini es un equipo es funcional y una magnífica opción en 2024 e incluso en 2025. No obstante, tienes que ser consciente de que si trabajas en movilidad o vives en una ciudad y los fines de semana vas a tu pueblo a ver a tus padres, es un equipo que puede ser un problema a la larga debido a su presencialidad.