Apple ha puesto el punto y final a su historia con el Apple Car, una historia de amor y desamor que empezó en 2008 en época de Steve Jobs y que ha acabado por ser el final de un proyecto que quería encumbrar a Tim Cook como un CEO visionario e innovador, pero finalmente lo ha convertido en el director ejecutivo que ha fracasado en un proyecto como el Project Titan.
El gran problema que genera este proyecto es que muchos empleados, e incluso directivos, de esta área eran conscientes de que estaba condenado al fracaso desde el principio. ¿Quién confiaba entonces en este proyecto? ¿Por qué se han invertido anualmente miles de millones de dólares? Son algunas preguntas que deben responder de forma interna los principales cargos de la compañía más valiosa del mundo.
Problemas de liderazgo
Si alguien quiere entender cómo un proyecto masivo de investigación y desarrollo puede estrellarse y desaparecer de un día para otro, tiene que leer la frase que dejó uno de los principales directivos a cargo del Project Titan: “El gran problema de esta empresa fue el mal liderazgo del grupo, mientras que todos los demás empleados se encogían”
Junto a ello, tenemos que añadir que desde el primer momento hubo diferentes prototipos de coche, incluso la presencia de un ambicioso vehículo de categoría cinco, único en el mundo que permitirá “conducir completamente por su cuenta utilizando un revolucionario ordenador de a bordo, un nuevo sistema operativo y un software en la nube desarrollado internamente». Ninguna empresa consolidada dentro de la automoción había sacado algo semejante, ni la todopoderosa Tesla ni las marcas japonesas y europeas. ¿Cómo iba a desarrollar un proyecto así con cero experiencia en la automoción?
Más allá de la condición, los prototipos presentados tenían una calidad prácticamente de cine: un techo de vidrio, puertas correderas y neumáticos de pared blanca, con el objetivo de que las personas fueran súper cómodas, y con la presencia de una televisión gigante, sistema de audio de última generación y ventanas que se ajustaban a las necesidades del cliente. Además, los asientos serían similares a los de un avión privado, y los pasajeros podrían convertir algunos de los asientos en sillones reclinables con reposapiés.
Los planteamientos que se presentaban no se habían visto ni en las películas de acción, donde “casi todo es posible”. El proceso desde los planos hasta la fabricación y producción en masa es un largo trecho.
El deseo de la revolución generó fricciones
La búsqueda casi “arrogante” de que el coche tuviese que cumplir con unas prestaciones prácticamente inasumibles con la tecnología actual acabó generando una gran fricción entre los diferentes equipos dentro de la empresa. Algunos ejecutivos de Apple, incluido el ex jefe de diseño Jony Ive, presionaron por un coche totalmente autónomo, algo que ningún fabricante de automóviles ha logrado todavía.
Otro grupos de ingenieros buscaron algo más pragmático, como lo que ha presentado Xiaomi, aceptando que, a corto y medio plazo, Apple sería capaz de llegar a tales cotas de innovación y desarrollo. El problema es que las fricciones generaron problemas y dieron lugar a algo que ninguna empresa se puede permitir: tiempo y dinero. De hecho, las diferencias iban hasta asuntos muy concretos y casi surrealistas, como que el coche tenía que ser blanco, como los AirPods.
Bob Mansfield: qué podemos salvar
Después de miles de reuniones, cambios e indecisiones, Bob Mansfield, un directivo que no veía mucha esperanza en los resultados, trató de salvar todo lo que se pudiese de este proyecto. Él, por todos los medios, intentó desarrollar el sistema de conducción autónoma, ya que este aspecto se podría utilizar en el futuro, y argumentó que este sistema podría ayudar a Apple en el futuro, incluso si la compañía abandonaba de forma definitiva este proyecto. Además, pensaba que un sistema como este se podría integrar de mejor manera o ayudar a la IA de Apple gracias a todos los avances que se habían obtenido.
Finalmente, cuando parecía que podría haber algo, comenzaron a desarrollarse rumores relacionados con Ford Motor Company. La compañía quería dar el primer paso y Tim Cook al parecer solo sabía decir: “Consígueme más datos y déjame pensar en ello».
A modo de conclusión, los 10.000 millones de dólares que ha destinado Apple en la última década para un proyecto fallido van a tener una nota positiva: todo el conocimiento y las patentes registradas serán destinadas al desarrollo de la inteligencia artificial, la gran asignatura del futuro