Es posible que, todavía a día de hoy, te preguntes si existen problemas de sobrecalentamiento en los MacBook. Y es que durante años esta ha sido una problemática que traía auténticos quebraderos de cabeza a los usuarios y a la propia Apple. La llegada de los Mac con M1 prometía cambiar muchas cosas, pero, ¿han cumplido en este área? Lo analizamos.
Los condenados Intel y su pésima gestión de temperatura
Aunque Apple ya no vende ninguna versión de sus portátiles con procesadores Intel, sí que lo hacía hasta hace solo unos meses. Por tanto, son muchos los que todavía tienen un ordenador con estos chips y que se pueden ver afectados por una gestión del consumo y temperatura pésima por parte de estos chips.
Lo realmente problemático de estos ordenadores es que, aún teniendo ventiladores y disipadores, el calor se sigue concentrando demasiado en el chasis del dispositivo hasta el punto de que en ocasiones se hace prácticamente imposible tenerlos en las rodillas. Y probablemente pensarás que es en casos en los que se hace un uso intensivo con tareas muy exigentes, pero nada más lejos de la realidad, ya que en ocasiones basta con abrir un par de apps simples como Safari o un documento de texto para que ya comiencen a sonar los ventiladores.
Y estas altas temperaturas no solo resultan un problema físico por el propio calor que disipan, algo que puede paliarse en cierto modo con bases que refrigeran los MacBook, sino que internamente también pueden llegar a afectar a la batería y, por supuesto, al rendimiento del dispositivo. Y es que cuando se producen temperaturas tan altas, automáticamente el sistema reduce los procesos y se nota una mayor lentitud a la hora de ejecutar cualquier acción, poniendo por tanto de manifiesto que no son los equipos más ideales para usos exigentes y prolongados en el tiempo.
Benditos M1 y su eficiencia energética
Ya había claras sospechas de que una vez que fuese Apple la fabricante de los chips de los Mac el problema disminuiría, aunque probablemente seguía habiendo muchos escépticos. En 2020 vimos los primeros MacBook Air y MacBook Pro con chips M1 contando con diseño idéntico a los últimos Intel. Y no solo eso, sino que el ‘Air’ no trajo ni siquiera un ventilador, aunque sí un disipador de calor.
Obviamente con un diseño tan arriesgado para la gestión de temperatura, se esperaba que pudiese seguir habiendo problemas, aunque fuese de forma menos evidente. Sin embargo, un año después podemos certificar que no. Estos, al igual que los recientes MacBook Pro con M1 Pro y M1 Max, son dispositivos que son altamente eficientes en todos los aspectos, alcanzando temperaturas considerablemente inferiores a los Intel en idénticos procesos y sin tener que llegar a mermar el rendimiento por seguridad, dando a los usuarios la posibilidad de hacer tareas muy pesadas, como emitir directos desde el Mac junto a todos los accesorios necesarios, y que el ordenador de Apple ni pestañeé.
Cierto es que en el caso del ‘Air’, al no poseer ventilador, sí que se reduce algo el rendimiento en según que procesos. Pero ni con esas se nota una reducción realmente drástica que pueda empeorar la experiencia del usuario. Y si a estas mejoras en la gestión de temperatura le sumamos el gran rendimiento general de los chips o lo bien que gestiona el consumo de batería, nos encontramos con lo que muchos soñaban desde hace años.
Con estos hechos, es normal que desde Intel estén nerviosos y se vean apurados en un mercado en el que los chips ARM cobran cada vez más protagonismo. Habrá que ver si en el resto de fabricantes influye de la misma manera en este ámbito, pero ya vemos que en Apple han salido ganando con el cambio.